Discurso de Klagenfurt sobre la literatura
Discurso de Klagenfurt sobre la literatura
El discurso de Klagenfurt sobre la literatura será pronunciado este año por el escritor Ilija Tronajow. Título del discurso: "¿Empezar el Beguine?". Trojanow nació en 1965 en Sofía (Bulgaria) y vive en Viena.
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VOLVER A EMPEZAR
O el modo en que comienza todo comienzo;
en otras palabras, donde se trata aquello de que realmente se trata.
Suena Begin the Beguine – Artie Shaw
Un hombre en un barco.
Un segundo hombre. Su esposa.
Uno de los hombres es libretista; el otro, compositor.
Están en un viaje alrededor del mundo.
Cuando el crucero haga escala en Nueva York, deberán tener listo un musical.
Cuentan con el tiempo de un viaje alrededor del mundo.
Todavía les quedan algunos días de mar.
Les falta un último número, una canción pegadiza, una capaz de recorrer el mundo.
El comienzo está hecho. Los ojos de la historia se abren por primera vez. El sueño más bello anida en la visión con la que despertamos. En general, luego olvidamos cómo fue posible el paso a través del umbral. Una intuición, un ordenamiento, una seducción, aunque sólo haya sido un garabato en un papel de envoltura o en una cajetilla, en un recibo o en el reverso de un billete de tren. O conservar en el recuerdo esa idea, ese primer ofrecimiento, que aún está lejos de ser el comienzo de la historia. Más allá de las olas aparece el océano infinito y eternamente igual.
El compositor se ha enamorado del libretista.
Imagina que su esposa no sospecha nada.
Hasta ahora han tenido un viaje feliz.
En el crucero las ansias se desfogan.
Él se ha enamorado de los gráciles dedos.
El libretista continúa escribiendo borradores.
Su estilográfica acaricia con tinta verde el papel.
De a tres en el salón, el impulso del compositor
es sacar a bailar al libretista.
Aún estamos con A. Es sabido que el inicio es la mitad del todo. Pitágoras les machacó esta sentencia a sus discípulos. Aristóteles repitió la enseñanza. Platón intentó variación: El inicio es la parte más importante del trabajo. Horacio volvió a tallar la gema: Quien tiene un inicio ya está en mitad del final. A través de las épocas, poetas y pensadores han estado de acuerdo, sin importar su concepción del mundo: todo inicio es duro, pero si se lo ha realizado, el resto es perseverancia. Sólo el consejero imperial Goethe se opuso y desplazó el punto de dificultad: Los inicios son fáciles, pero raras veces se ascienden los últimos peldaños.
Suena Begin the Beguine – Django Reinhard
La agitación es otra vez visible. Las olas se acercan rodando, toda el agua está en movimiento. La espuma salta por el aire, hasta el puente. El barco cae en valles profundos, se endereza gimiendo. Caída tras caída. En la resbaladiza cubierta hay dos figuras solitarias. Una es un libretista; la otra, un compositor. Sus hombros y caderas se tocan, el viento cortante lo justifica. El compositor tiene sus manos enterradas en los bolsillos de su chaqueta de piel. ¿Qué te parece esto?, dice el libretista y le coloca en la mano un servilleta escrita.
“Camino a Montevideo
no habría hecho yo un alto
si una muchacha de Río
o incluso de Santiago
no me hubiera prometido
otro beso de sus labios.”
El barco se precipita en la siguiente hondonada y trabajosamente vuelve a trepar. El compositor enciende un cigarrillo y arroja al agua la cerilla, que se ha apagado en un instante. Le viene a la mente una frase que no puede clasificar: En todo comienzo está la eternidad. La dice en voz alta, dos veces, para hacerse oír contra el viento. Eso es todo lo que podemos hacer, responde el libretista, siempre empezar de nuevo, una y otra vez.
Suena Begin the Beguine – Ella Fitzgerald
Todo inicio es instaurado azarosamente. Podríamos pasar una vida entera preguntándonos si hemos encontrado el inicio correcto. ¿No habría sido mejor un día antes? ¿En el camarote o en la cubierta? ¿Y cómo es que no pasa volando un albatros? Quien examine con demasiado detalle su propio inicio se sentirá fatalmente inseguro. Como un niño que no puede decidir con qué pie ha de patear la piedra.
La noche siguiente el director de la banda presenta a los pasajeros un baile desconocido, un compás de cuatro por cuatro, de ritmo agitado aunque no jadeante. El fagotista ejecuta la danza con la cantante de la orquesta. El público aplaude como si el caballo al que todos han apostado fuera el primero en cruzar la meta. Este baile viene de las Antillas Menores, cuenta el director. Deben imaginarse que África y Francia forman un remolino sobre la pista de baile. Un gran éxito en París, hace poco, en la exposición colonial. ¿Y el nombre, de dónde viene ese nombre curioso?, pregunta el compositor a sus compañeros de mesa. Del verbo francés s’emberguiner, responde el libretista. ¿Qué querrá decir? Flirtear, tratar de conquistar a alguien. Querido mío, el compositor posa ostensiblemente su mano sobre la elegante mano del libretista. Eres tan versado. Y ahora, exclama el director de la banda, que comience el beguine. Creo que este beguine me enciende, dice el compositor sin retirar su mano. Me temo, dice el libretista corriendo hacia atrás su silla, que tú mismo deberás escribir la letra de esta canción. La orquesta ejecuta un nuevo beguine, y la esposa del compositor se inclina sobre la mesa: Preferiría no estar presente cuando te enamoras.
Suena Begin the Beguine – Art Tatum
El inicio es la idea, el inicio es la primera frase, el inicio es la primera estrofa, el primer capítulo, la primera historia. Y a esto siguen los comienzos, que sólo una conclusión intermedia ha hecho posibles: premieres, estrenos, vernissages; los primeros oyentes, los primeros lectores, los primeros críticos; el primer concurso, la primera vez en televisión, la primera reprimenda; la primera reimpresión, la primera reposición, la primera traducción. En algún momento la distancia con lo que hemos creado es mayor que el recuerdo del acto de crear.
Suena Begin the Beguine – Django Reinhard
Pocas semanas después, en Broadway, se ensaya contra reloj. El libretista, hundido en un asiento de la octava fila en el auditorio vacío, masca impertérrito un chicle; no puede vencer sus preocupaciones. Ha bajado diez quilos. Ahora es el turno del número de baile. La canción que ha de recorrer el mundo: 108 compases de triste alegría. Pese a la melancólica letra, debe ser en tono mayor, le aclaró el compositor sin que nadie le preguntara. La estructura es compleja: AA’BA”CC’, con una coda de ocho compases. La letra es lograda, una pequeña narración compuesta de luces y sombras. Pero lo que más le gusta al libretista es el desconcertante título. Muchísimo mejor que el prosaico nombre de su musical: Jubilee. Sucede lo que él ha temido: los críticos fruncen el ceño. La langosta con gafas del TIME Magazine escribe: “Aunque Jubilee se esfuerce por agradar al oído o arrancar una sonrisa, no convence”. Esta y otras caprichosas críticas les hacen compañía el lunes por la mañana al compositor, al libretista y al productor. Piensas que es fácil pero no lo es, observa el productor; ellos no intuyen a qué se refiere.
Never matter, el libretista cita a un amigo irlandés,
try again
fail again
fail better.
¿Y el compositor? Se sirve jugo de naranja.
Como si supiera que tres años después Artie Show celebraría su mayor éxito con Beguin the Beguine: “El público no quiere oír otra cosa que Beguin the Beguine”. Treinta años después de que esa canción fuera estrenada sin pena ni gloria, la Asociación Estadounidense de Compositores, Autores y Editores elige Beguin the Beguine como una de las dieciséis canciones más importantes de todos los tiempos. Con más de mil versiones se encuentra entre los más tocados evergreens. Inspiró un óleo de Max Beckmann, así como la melodía característica de Star Trek.
Y también aquí, en Klagenfurt, en este fin de semana de comienzos y partidas, pasos de balanceo y alternancia, en este parqué adecuado para bailes de salón, resuenan ahora las melodías y las palabras que alguien recogió de lo inagotable en alta mar. Y nos advierten que ningún comienzo se parece a otro y que el reconocimiento rara vez llega como uno lo ha soñado.
Suena Volver a empezar (Begin the Beguine)– Julio Iglesias.